Si hace unos días ya estaba agobiado sólo con pensar en esas carreras a los comercios para dar con el regalo ideal, ahora lo que estoy es asustado… Han comenzado las rebajas en Madrid y eso, aplicado a una Gran Vía o a un centro comercial al uso, es como decir que se han abierto las jaulas, han salido las fieras y campean a sus anchas por ahí…
Y si nos hacían falta más razones, ya están aquí los reyes, magos por lograr sobrevivir a la guerra que se tercia en cada pequeño campo de batalla llamado tienda. La locura se desata. Los adultos se vuelven pequeños animalitos y el fin justifica los medios por unos días. Las personas, al volverse compradores, se sitúan en una posición beligerante, avistando cualquier indicio de lucha posible y preparándose para el ataque o la defensa.
Al llegar a un centro comercial lo primero es entrar en el parking, ardua tarea que obliga a mantener el coche en primera-punto muerto-primera-punto muerto, hasta conseguir entrar por la puerta, tras una eterna hilera de vehículos. Lo siguiente es encontrar un lugar donde aparcar. Parece que has visto uno libre en el otro pasillo, pero cuando llegas ya te lo ha quitado el mini que ha girado por la otra esquina… Y ahora dejan libre uno más adelante, es tuyo, pero justo al llegar otro coche es más rápido y lo ha metido por el otro lado. ¿De quién era el sitio? Da lo mismo, sales del coche dispuesto a defender lo tuyo por encima de todo: “Yo puse el intermitente”, “yo lo vi primero…” asegura él… Aún no tenemos ni el primer regalo comprado y ya nos hemos ganado un enemigo.
Ya dentro del centro comercial, la gente se mueve deprisa, unos adelantan a otros, suben por la escalera empujando a los demás y corren tras los dependientes para llegar antes que nadie. Y si su objetivo está definido (marca, modelo, color, talla), la carrera cobra aún un sentido mayor, ya que al llegar a él comprobarán que tan sólo queda un producto… y éste será atrapado por varias manos a la vez…
En época de rebajas nos convertimos en quienes no somos. Dejamos de lado nuestra humanidad para sacar a relucir nuestro carácter más salvaje, y a ello nos ayudan también las agresivas campañas que realizan los comercios en general. O quizá no es que salga a la luz nuestro lado menos humano… puede que, en realidad, ese aspecto sea inherente a nosotros mismos y conviva con nosotros todo el año, pero en el día a día lo guardamos oculto en un cajoncito cerrado con llave.