Los datos sobre la balanza comercial española, el indicador que mide la diferencia entre las importaciones y las exportaciones, se cerraron en 2014 con un saldo negativo de casi 24.500 millones de euros, lo que supone un crecimiento del déficit comercial superior al 50%.
El registro, que rompe abruptamente la senda descendente trazada durante los últimos ejercicios, se explica por el aumento del peso de las importaciones, que el año pasado crecieron más del doble de las exportaciones.
Las razones de ese fuerte repunte de la demanda interna son fundamentalmente dos: la esperada recuperación del consumo de los hogares españoles y el incremento de la inversión empresarial. Tras un 2013 en el que el déficit comercial cayó hasta los 16.532 millones e incluso llegó, en marzo de ese año, a registrar un histórico superávit, España vuelve a registrar los niveles de desequilibrio negativo entre compras y ventas al exterior que nuestra economía mostraba en 2008, justo antes del inicio de la crisis.
Pese a que el aumento de las importaciones refleja que la demanda interna española se despereza tras la larga hibernación de la crisis y vuelve a tirar de la economía, un país con un excesivo peso de las compras al exterior es un país con un problema de falta de competitividad interna. La economía española ha dejado atrás una larga enfermedad y, como todo convaleciente, recupera poco a poco el apetito.
Ello supone que las familias vuelven a consumir y las empresas a invertir, pero que en lugar de nutrirse de bienes de consumo e industriales fabricados en España, lo hacen mediante la importación. Una de las asignaturas pendientes españolas es la falta de un tejido industrial lo suficientemente fuerte y con el adecuado nivel de calidad y atractivo en el precio como para competir con los bienes fabricados fuera. A ello hay que sumar que el déficit comercial aumenta la dependencia externa de España.
Por tanto, España continúa siendo un país de importaciones, que no sabe abastecerse con su propia materia prima de manera competitiva, aunque lo que sí es cierto es que los datos publicados suponen un récord en materia de exportaciones –en la serie histórica desde 1971– y demuestran que las empresas españolas siguen apostando fuerte por vender en el exterior.
Pero dado el empuje de las importaciones, que irá a más a medida que la demanda interna de España precise de más combustible, es necesario que las exportaciones sigan aumentando y que lo hagan a un ritmo todavía mayor que el actual.
La receta para lograrlo no es nueva: mejorar la calidad, bajar los costes y los precios y apostar por diversificar geográficamente las ventas para reducir los riesgos.
Artículo parcialmente extraído de Cinco Días (19/02/15)