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El contexto publicitario en el que vivimos es un continuo reto para las marcas y las empresas.
El mundo publicitario ha evolucionado tanto que las propias agencias de comunicación han perdido de valor. Los presupuestos destinados a publicidad han bajado muchos niveles debido a la pérdida de peso de los anuncios en el contexto televisivo. Estamos tan expuestos, que cualquier mínimo contenido que consumamos, probablemente nos quieran vender algo, incluso de forma subliminal; desde estar leyendo la parte de atrás de la caja de cereales hasta viendo un vídeo humorístico de tik tok.
El internet lo ha cambiado absolutamente todo. Tal ha sido el alcance de la globalización, que las audiencias se han multiplicado y el grado de viralización es inalcanzable, para bien o para mal. Por ello, hay que darle toda la importancia que se merece a cada decisión que tomemos a la hora de comunicar sobre nuestra marca, empresa o persona. El grado de medición del mundo entero va a ser al milímetro.
Trabajar como creador de contenidos y subsistir de ello es complicado, pero las posibilidades aumentan con la formación y el asesoramiento apropiados. Aun así, hay que ser objetivos. Actualidad, ropa, humor, gamers, viajes, gastronomía, deportes, celebridades… La materia de los canales con más afiliados es verdaderamente diversa, e incluso se pueden hallar iniciativas de formación con una orientación que va más allá de los intereses generalistas. Y esto a las marcas les viene como anillo al dedo para darse a conocer a través de ellos.
Otra forma de publicidad muy demandado a la que se le da menos importancia son las reseñas. Las empresas tienen prohibido añadir notas o críticas inventadas con el objetivo de promocionar artículos. Es común el supuesto de hacer que colegas y allegados señalen y redacten evaluaciones positivas, sin ni si quiera consumir o conocer dichos bienes o servicios. Esto ocurre mucho con los influencers, los cuales demostrar la autenticidad de sus opiniones es aún más complicado.
Es la tal la cantidad de datos a los que tenemos acceso en internet, que es difícil de gestionar las informaciones falsas virales y la publicidad engañosa; inundados de recomendaciones de individuos que, aún teniendo miles de seguidores, no cuentan el aprendizaje indispensable para opinar sobre ello. Por esto, los seguidores deben comprender que detrás de todo contenido hay mucho trabajo, intención y dinero. Hay que tener una conciencia formada a la hora de tomar decisiones y de consumir. El fanatismo no puede llevar a convertirse en discípulos de nada.
En una situación de crisis, la demanda y el consumo bajan y la importancia de la publicidad generalista disminuye; las marcas deben continuar reivindicándose y fomentando fiabilidad y familiaridad. Un concepto clave es atender a los consumidores; ponerse en su lugar, ser agradecidos y abiertos. Han de humanizarse y tener una intención, dirigiéndose a su público como lo haría un individuo. Deben tener una perspectiva y juicio sobre todo lo que nos rodea.
Todo va tan rápido, que hasta un grupo de amigos de 14 años puedes crear su propia marca de sudaderas y publicitarse a través de redes sociales. Su éxito, en proporción y poniéndolo en contexto, es mayor que grandes marcas que manejan presupuestos enormes destinados a publicidad convencional, sin adaptarse a los nuevos tiempos de internet y sin llegar al público objetivo adecuado; fiándolo todo a anuncios en televisión o prensa.
La publicidad debe seguir reinventándose, adaptándose a los tiempos y contextos en concreto y siempre con una mirada puesta en el mundo y en sus habitantes. Nada que haya funcionada ayer es igualmente valido para hoy. Las marcas, las empresas o las personas deben seguir evolucionando en su forma de transmitir y de dirigirse a los demás.