Tomar medidas para mejorar la satisfacción del usuario resulta clave para impulsar el crecimiento del negocio. Sin clientes no hay ventas y sin ventas no hay negocio.
La crisis ha despertado la necesidad de las empresas de mantener a sus clientes, de ahí que la gestión de la experiencia cliente vaya tomando cada vez más peso en las estrategias corporativas.
Según el informe elaborado por la Asociación para el Desarrollo de la Experiencia de Cliente junto a The Boston Consulting Group, invertir en el cliente se traduce en mayores ventas, menores tasas de abandono y mayor nivel de recomendación y prescripción.
La gran competitividad del mercado ha llevado a las empresas a tener que diferenciarse para convertirse en la mejor opción para sus clientes, unos clientes que cada vez son más exigentes. La mejor forma de diferenciarse es sin duda el factor emocional, ya que puede asegurar su fidelidad.
Conservar a los clientes es una gran prioridad para las empresas del siglo XXI. La elevada competitividad hace que la retención ofrezca muchas más ventajas que la captación. Sin embargo, para conseguirlo es clave involucrar a toda la empresa en la filosofía de experiencia cliente, todos los departamentos tienen que estar orientados al cliente.