Gracias a un interesante debate mantenido con Minerva Garcia de Idearium 3.0 en el grupo BRANDSTEGY en LinkedIn, empecé a darle vueltas a este artículo sobre Groupon, portal online de cupones de descuento, y las múltiples polémicas que ha suscitado en los últimos tiempos.
En España el portal cuenta con más de 4,5 millones de usuarios, y los responsables de la compañía aseguran que sus ventas superan a las de Groupalia y LetsBonus. Una bonanza que se ha tradujo en que el pasado mes de noviembre de 2011 debutó cotizando en índice Nasdaq, con un precio de 20 euros por acción en Wall Street; pero el 24 de noviembre, apenas una decena de días después, las acciones se desplomaban con una caída del 30% en tan sólo tres días. No obstante, en el cuarto trimestre de 2011 Groupon ingresó 506,5 millones de dólares, un 194% más que durante el mismo periodo del año anterior, y la previsión anunciada para el primer trimestre de 2012 es de entre 510 y 550 millones, y el valor actual de de la compañía se estiman en torno a los 16.000 millones de dólares.
Pero desde su puesta en marcha, los problemas de los consumidores con el portal de ofertas se han ido multiplicando, recibiendo quejas y demandas de asociaciones de consumidores que se han ido extendiendo en todos los países, así como problemas con organismos reguladores, de los que podemos destacar algunos ejemplos. En julio de 2001 Groupon Argentina era clausurado por ofrecer viajes sin contar con la autorización para ello, y desde entonces las noticias relacionadas con las presuntas ofertas fraudulentas e incumplimiento de las condiciones anunciadas en las ofertas que publica han proliferado de forma vertiginosa en los últimos meses, tanto en los medios tradicionales como en las redes sociales. Y en Reino Unido se ha iniciado una investigación por parte de la Office of Fair Trading debido a la repetidas violaciones de la normativa de publicidad; en concreto, según datos de Tnooz, 48 veces en apenas 11 meses, en las que las principales acusaciones son de exagerar los ahorros publicitados, no garantizar que las ofertas estén disponibles, y no dejar claros los términos y condiciones de las mismas.
Más allá de los problemas que pueda tener Groupon en el desarrollo de sus actividades y sus buenas o malas prácticas, son los organismos reguladores quienes deben actuar si se estima que una empresa lleva a cabo malas prácticas, y son quienes deben proteger al consumidor, tanto mediante las sanciones oportunas, como mediante una labor pedagógica de consumo responsable. Personalmente, creo que la estrategia del ‘todo vale’ es un error, y que probablemente el portal ganaría en coherencia agrupando las ofertas, aunque supongo que no les debe ir nada mal si siguen apostando por estas promociones.
Pero a mí hay otro aspecto sobre el que me gustaría reflexionar, y que no es otro que la posición que adoptan las marcas cuando deciden anunciarse en un portal de cupones. Las empresas son las que deben plantearse acudir a un canal de estas características, porque puede echar por tierra toda la estrategia de branding que probablemente les haya costado mucho tiempo y esfuerzo construir. Hay muchos productos y servicios, y muchos canales para hacerlos llegar al consumidor, pero un paso en falso puede echar por tierra toda nuestra estrategia de marca. ¿Qué credibilidad puede tener un centro de salud que oferta descuentos en cirugía, al lado de otro anunciante que vende su último modelo de aspirador? Quizás peque de aprensivo, pero a mí no es que me genere precisamente una excesiva confianza poner mi salud en sus manos, por barato que me salga… Alejarse de los valores que queremos que transmita la marca en busca de aventuras de rédito comercial inmediato puede salir muy caro a la larga, amén de que los descuentos que las empresas se ven obligadas a realizar mucho me temo que poco margen deben dejar, en buena parte debido a las duras condiciones que este tipo de portales imponen a las empresas que quieran publicar sus ofertas.
Supongo que ante el descenso estrepitoso del consumo muchas empresas probablemente vean este tipo de oportunidades como una tabla de salvación; cortoplacista, sí, pero un respiro al fin y al cabo, o bien una posibilidad de aumentar la notoriedad por la vía que sea. Pero esta mentalidad es la que va a tener funestas consecuencias sobre la reputación de las marcas a medio y largo plazo, porque el gran juez de nuestros productos y servicios no es otro que el cliente que los adquiere. Y ante esto, no hay regulación que valga excepto una: un posicionamiento claro y una buena dosis de sentido común.
Ramon Prats Simon