Risto Mejide surgió como exponente de lo “políticamente incorrecto” y alcanzó el éxito por su descaro y por una manera directa y dura de enfrentarse a la gente. En estos tiempos que corren, es extraño ver a alguien triunfando precisamente por esto, aunque siempre es bueno que alguien nos haga pensar por nosotros mismos y ser conscientes de que podemos construir nuestras propias opiniones y ser críticos con la realidad sin necesidad de que nadie la interprete por nosotros.
Nos mienten. En las noticias, en las cabeceras, en los periódicos, en las fotos de los periódicos, en los pies de fotos de los periódicos, en los programas, en los avances de los programas, en los zappings sobre programas, en los intermedios, en la duración de los intermedios, en la publicidad también, sí y en los productos, en las garantías, en la duración de las garantías, en las empresas que nos consumen, en las que nos hacen consumir, y en los trabajos basura, en los sueldos miseria, las hipotecas remuneradas, las bajadas hacia arriba del petróleo, las políticas en general, y por supuesto y cómo no, cualquier político en particular.
Nos mienten. Nos mienten y el país entero agoniza de mentira. Da igual la izquierda que la derecha, el centro que la periferia, los nuestros que los de más allá. Información opinada y opinión desinformada recorren la actualidad de la mano y sólo se sientan para mentir ante polígrafos que normalmente maneja un hombre calvo que debe ser muy bueno para ser calvo y, aún así, estar en la tele.
Porque no sé si ya lo he dicho, pero nos mienten. Nos mienten y el mayor debate, la mayor obsesión, el mayor morbo está en adivinar dónde está la pelotita de la verdad. Una pelotita cada vez más pequeña, esquiva e irrelevante, manejada ante la opinión pública por el grupo de comunicación de turno que mueve los vasitos al frenético ritmo de los robados, montajes y exclusivas siempre frescas que me las quitan de las manos, oiga.
Si vas a mirar, nos mienten incluso los muertos. Cualquier anécdota, por vieja, pasada y anticuada que sea, se descongela de la historia, dos minutitos en el microondas de la actualidad, y ya está, lista para ser servida por el basurero mediático que más chille.
Y sé que lo peor no es que nos mientan. Lo peor es que ya estemos acostumbrados. Estamos tan metidos que incluso la verdad nos parece mentira. Alguien que de pronto se vuelve loco y se plantea ser honesto se convierte en noticia, en reclamo, en extraño suceso a estudiar por los medios, que no salen de su asombro, no entienden qué le pasa a ese que de verdad dice lo que piensa.
En fin. Que así la verdad y así la mentira, no me extraña nada todo lo que nos está pasando. Somos carne de opinión. Y hay demasiada gente que prefiere que le piensen las cosas, que se las den mentidas, para no tenérselas que plantear.
Pues bien, señores bellacos. Ahí va mi primer mensaje. Que les den mucho por culo. Hay mucha gente dispuesta a no mentir y a no mentirse. Y también les avanzo el segundo. Que cada vez seremos más y más fuertes. Como alguien dijo una vez, “Se puede engañar a algunos durante todo el tiempo, o se puede engañar a todos durante algún tiempo, pero no se puede pretender engañar a todos durante todo el tiempo”.
Y su tiempo señores, al igual que nuestra paciencia, se está agotando. Tic.Tac.
Risto Mejide