Son tiempos extraños para las relaciones sociales. Antes, la capacidad de interactuar que tenía una persona se medía por la agenda de teléfonos, por sus actividades sociales cotidianas, sus salidas de ocio o el tamaño de su grupo de amigos. Ahora, con Internet liderando los tiempos libres de todos nosotros, no se concibe que alguien no se haya creado un perfil en facebook, no “siga” a determinado personaje o no se haya apuntado a un evento creado para cientos de personas. Si antes uno se relacionaba más fuera de casa, ahora es la pantalla de su ordenador el escenario perfecto para ser más popular.
Tengo que reconocer que, desde hace tiempo, tengo mi perfil en facebook, en tuenti para chatear con mis sobrinos, en twitter y hasta el Linkedin. Además, creé un canal en YouTube para subir los vídeos de las vacaciones y me hice cuenta, aunque poco la sigo, en un desconocido Hi5 que lucha por hacerse un hueco entre los líderes.
Sin embargo, el otro día estaba tan tranquilo en mi casa cuando sonó el teléfono. Era mi amigo José, de la Universidad, a quien veo de ciento en viento. Con una voz pasmosamente familiar, como si habláramos cada día, me soltó un “¿qué pasa que aún no has llegado?”. “¿A dónde?”, dije yo. “¿Es que no te has enterado? Hoy era la quedada anual de los compañeros de clase, llevamos semanas hablando de ello en el muro”. De repente, sentí que no formaba parte de este mundo. “¿Y no ha habido un mísero email? Ya no pido una llamada, pero por lo menos un mensajito…”.
Rápidamente empecé a prepararme para salir, preguntándome a mí mismo cuántas de éstas pasaban por mi lado sin rozarme, porque no hubiera prestado la suficiente atención a un muro, a un mensaje, por no agregar a una persona o no darle a ME GUSTA un enlace… “El mundo se está volviendo loco”, pensé. Y sin dudarlo, corrí a mi portátil para escribirlo en mi ESTADO, no vaya a ser que la gente al otro lado de la pantalla no supiera lo que pasaba por mi cabeza en ese momento…
Marcial Trincado
Un ejecutivo virtual en un mundo real