Las empresas se enfrentan al año nuevo con el objetivo de crecer en el mercado exterior a través de nuevas políticas de internacionalización y llegar con éxito al mercado interior europeo y a terceros mercados. Lograr la expansión comercial se ha convertido para las empresas en uno de sus principales retos.
A continuación, extractamos el interesante artículo de Balbino Prieto, Presidente del Club de Exportadores e Inversores Españoles, sobre el mercado exterior y la necesidad del crecimiento sostenible dentro y fuera de nuestras fronteras.
Ante la actual crisis económica, las exportaciones y el turismo se han mostrado como los antídotos perfectos contra la atonía del consumo y la inversión en nuestro país. De hecho, tanto el comercio exterior como el turismo han sido los principales pilares sobre los que se está asentando la todavía débil recuperación de la economía española y son precisamente las empresas con actividad internacional las que mejor están capeando estos momentos de dificultad económica.
Parece innegable que el sector exterior debe consolidarse como el componente más dinámico de la demanda agregada española, hecho que contribuirá, a través de una nueva política de internacionalización, a eliminar el carácter contracíclico de nuestro sector exterior. En este sentido, el comercio exterior está llamado a ser una pieza clave de nuestra economía en las próximas décadas. Ha de ser, por tanto, parte fundamental de la política económica para que nuestras empresas crezcan en el mercado interior europeo y en terceros mercados. Y es que tan importante como el logro de un superávit primario de nuestras cuentas públicas es la búsqueda de superávit en la balanza de bienes y servicios.
Para ello, las empresas han de orientar sus esfuerzos a los mercados exteriores, no sólo europeos sino en especial a los países emergentes, que muestran mayores tasas de crecimiento y capacidad de compra que los países de la zona euro. A pesar de los esfuerzos del Ejecutivo por intentar diversificar el destino geográfico de las exportaciones hacia países emergentes de Asia, Oriente Medio o de Latinoamérica, éstas siguen estando muy concentradas en la Unión Europea. De hecho, uno de cada dos euros que las compañías españolas venden fuera de nuestras fronteras, lo hacen a países de la zona euro.
Cambiar el tiro hacia los emergentes
En las próximas décadas todo parece indicar que los países desarrollados crecerán a tasas bajas, mientras que los emergentes experimentarán importantes cifras de crecimiento, generando el 50% de las exportaciones y el 50% de las importaciones mundiales. Asia será una de las zonas con mayor crecimiento económico en los próximos años, por lo que la actividad empresarial debe orientarse hacia esa zona del mundo, donde el Estado debe incrementar su servicio exterior. A este respecto cabe señalar que España cuenta con una presencia diplomática y consular poco visible en Asia, que sólo representa el 13% de nuestro servicio exterior, y Oriente Próximo, con un 8%. En cuanto a representaciones comerciales, nuestro país tiene la red de oficinas menos tupida de sus principales competidores: 95 oficinas comerciales, frente a las 115 de Italia, 120 de Alemania, 153 de Francia y 167 de Reino Unido. En este sentido, es necesario reasignar los actuales recursos de nuestro servicio exterior, cerrando consulados en países europeos y aprovechando esos recursos para abrir nuevas embajadas y oficinas comerciales en otras zonas del mundo, ya que es indudable que tener una red de embajadas y oficinas comerciales extensa y bien repartida es clave para consolidar la imagen país y las ventas internacionales. Según un informe reciente del Ministerio de Industria, por cada consulado u oficina comercial abierta, la venta de bienes y servicios a ese país crece entre un 6% y un 10%.
En general, las empresas españolas tienen una inmejorable oportunidad en los sectores en los que son más competitivas; es decir, en los que la demanda va a aumentar vertiginosamente con el acceso de grandes volúmenes de población mundial a los estratos de renta media, en especial en la ya mencionada zona de Asia Pacífico y en América Latina, que es también una de las regiones con mejores perspectivas de crecimiento durante las próximas décadas. Hacia esta región del mundo también deberán dirigir sus esfuerzos nuestras empresas, siguiendo la estela de las numerosas inversiones realizadas allí por las multinacionales españolas. Paralelamente, no hemos de olvidarnos de otras áreas que en los próximos años experimentarán gran dinamismo como la Comunidad de Estados Independientes (CEI), África y Oriente Próximo. La composición de nuestras exportaciones apenas ha cambiado en las dos últimas décadas, centrándose principalmente en los sectores de automoción, semimanufacturas, bienes de equipo y alimentos. Estos sectores seguirán siendo importantes en las próximas décadas, pero también debe incrementarse el contenido tecnológico y de diseño en nuestros productos. Según datos de la Fundación Cotec, los productos de alta tecnología representan únicamente alrededor del 6% del total de las exportaciones españolas, mientras que en Alemania suponen el 15%, en Francia el 20% y en Reino Unido el 23%. Nuestras empresas deberán aumentar el componente de innovación para poder competir en los mercados internacionales.
Falta de productos, no de mercados
Para posibilitarlo se debe dar un nuevo enfoque a la política de competitividad, basado en un análisis moderno a partir del apoyo a la gestión y desarrollo de clusters, abandonando el planteamiento clásico sectorial y regional, entendiendo que el problema de la competitividad es la falta de producto, no de mercado. Este nuevo planteamiento liga inevitablemente la productividad, y por tanto la competitividad, al concepto de innovación, por lo que requiere un apoyo público a la promoción tecnológica e innovación empresarial, revisando los instrumentos y mecanismos de gestión de estas políticas. En definitiva, es imprescindible concebir la internacionalización como una política económica por el lado de la oferta, que ha de centrarse en tres prioridades.
En primer lugar, se ha de garantizar el flujo para la financiación de exportaciones, pasando por una ineludible reforma del crédito a la exportación. En segundo lugar, se debe reestructurar el sistema de fomento de la internacionalización, potenciando el diálogo con las empresas, ya que solo entendiendo su problemática y necesidades, así como comparando nuestras prácticas con las de las agencias públicas de otros países, es posible mantener un “terreno de juego nivelado” con respecto a éstos. El tercer aspecto prioritario en la política económica es la reforma del sistema de financiación de la Seguridad Social, reduciendo las cotizaciones a la Seguridad Social a cargo de los empresarios, que se sitúan entre las más elevadas de la OCDE, como una forma más de inyectar competitividad a nuestra economía.
Creemos que en un momento como el actual, España debería explotar al máximo sus potencialidades, que son muchas. Si se dan los pasos necesarios el futuro del sector exportador español es prometedor. Se nos abre, en consecuencia, una ventana de oportunidad que rendirá frutos en términos de crecimiento y de empleo.
Diario Expansión- 19 de diciembre de 2011